La triste e inobjetable realidad

Por: Dr. William Franco

La triste e inobjetable realidad

Somos un país enfermo, sumidos en la escoria, miserable de "mala madre" como lo anota y lo resalta el maestro Fernando Vallejo; o que se yo, con todos los síntomas para estar locos, desbarrancados, igual que Kafka con su esquizofrenia:

"El gesto de amargura del hombre es, con frecuencia, sólo el petrificado azoramiento de un niño.", "A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar."

... Y no es para menos, vivimos inmersos en un país con:

  1. Opinión pública polarizada. Sumergidos en el peor lodazal de odios salvajes
  2. Sistema de salud colapsado: Clínicas cerradas, EPS quebradas, otras robadas
  3. Orden público desbarajustado
  4. Guerrilla retomando territorios, con la despreciable concupiscencia terrorista
  5. Indígenas en las cordilleras gritando

  6. Un congreso sin legitimidad, odiado a plenitud, circo de mezquindades
  7. Una justicia sin legitimidad, interesada mas en las componendas de la política: Puestos y nombramientos
  8. Jueces con ínfulas de gobernar a través de sus fallos y providencias. Enamorados mas del micrófono que de la pluma y el mallete
  9. El ejecutivo apagando incendios y lanzando promesas de cumbiamberas en cualquier tribuna
  10. Las exportaciones cayendo, el petróleo bajando

  11. La crisis mundial soplando con vientos fuertes hacia América Latina
  12. Los índices de crecimiento en caída
  13. Los mercados de valores -en rojo-, destruyendo riqueza
  14. La cartera de consumo, aumentando su mora
  15. El fenómeno del niño asomando en el horizonte

  16. Los políticos en juzgados y cárceles, atendiendo sus bellacadas
  17. Las calles inundadas de firmas, pidiendo referendos y constituyentes
  18. La verdad y la justicia huyendo por culpa de la morosidad de los togados.
  19. La restitución de tierras frenada. Justicia y paz ¿Que es eso?
  20. Los secuestros y la extorsión creciendo, el raponeo a dos manos

  21. Las cortes enfrentadas con el gobierno, el gobierno con los políticos, y los políticos con todos.
  22. Al presidente lo silban, lo gritan. A los senadores no los bajan de hampones y de delincuentes
  23. Jueces, caricatura de ineficiencia, imploran mas recursos, y de aquello nada. Hacen de la dialéctica la mejor marrulla. Inicuos que prefieren, ya, mas política que justicia
  24. La policía inoculada por el narcoterrorismo, lo último que nos faltaba
  25. El sistema carcelario a reventar, no cabe un pillo mas

  26. Sistema de educación retardatario, pobretón y perverso. Cantidad sin calidad. Ni creativo, ni productivo.
  27. Un ejército glorioso despojado de su fuero, sin moral, postrado y sometido a las malquerencias de fiscales creyendo que la guerra son batallas de flores.

- Mejor, para paliar este submundo, en medio de tanta ignominia, busco consuelo para contemplar en silencio, el lomo - ruido por el tiempo - de aquel bello libro donde encuentro - en sus páginas cobrizas - las confundidas, pero liberadoras líneas del inolvidable León de Greiff:

Juego mi vida, cambio mi vida, la llevo perdida....,

La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,

Juego mi vida, cambio mi vida,
la llevo perdida...

Y la juego, o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo...:
o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:
todo, todo me da lo mismo:
lo eximio y lo ruin, lo trivial, lo perfecto, lo malo...

Todo, todo me da lo mismo:
todo me cabe en el diminuto, horrido abismo
donde se anudan serpentinos mis sesos.

Cambio mi vida por lámparas viejas
o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:
por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:
por los colgajos que se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota rubia;
la pálida morena, la amarilla oriental, o la hiperbórea rubia:
cambio mi vida por una anilla de hojalata
o por la espada de Sigmundo,
o por el mundo
que tenía en los dedos Carlomagno: para echar a rodar la bola...

Cambio mi vida por la cándida aureola
del idiota o del santo;
la cambio por el collar
que le pintaron al gordo Capeto;
o por la ducha rígida que llovió en la nuca
a Carlos de Inglaterra;
la cambio por un romance, la cambio por un soneto;
por once gatos de Angora,
por una copla, por una saeta,
por un cantar;
por una baraja incompleta;
por una faca, por una pipa, por una sambuca...
O por esa muñeca que llora
como cualquier poeta.

Cambio mi vida -al fiado- por una fábrica de crepúsculos
(con arreboles);
por un gorila de Borneo;
por dos panteras de Sumatra;
por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra
o por su naricilla que está en algún Museo;
cambio mi vida por lámparas viejas,
o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas...

¡O por dos huequecillos minúsculos
-en las sienes- por donde se me fugue, en grises podres,
la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres...!

Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos la tengo perdida...