El presidente que puso a un pueblo a pintar palomas de paz

Por: Dr. William Franco

El presidente que puso a un pueblo a pintar palomas de paz
- Recordando la historia -

En la década de los 80 Colombia recibió la bendición inmerecida y absurda de tener que soportar un presidente poeta experto mas en sonetos y rimas, en cantos y alegorías, que en el manejo de la Cosa Pública. Cultivó un fervor infinito por las letras, hizo del costumbrismo de don Tomás Carrasquilla, su nostalgia en los recuerdos. No era un tecnócrata sino un malabarista del trapecio, un burócrata que se sirvió y se lucró del Estado, como muchos otros funcionarios públicos lo han hecho. Con la palabra y el verbo construyó su herramienta de trabajo para ascender en los peldaños del poder.

La política siempre fue para este tribuno una forma de ganarse la vida, un medio de subsistencia; conservó la línea de muchos otros que lo precedieron del siglo XIX. Era la Colombia donde germinaban poetas y escritores en estado natural. El oficio para ellos no podía ser otro, que actuar como servidores públicos, como medio de sobrevivencia. De no ser así el único camino que les esperaba, a estos hidalgos de la gramática, era vencer la cerviz y ser unos buenos para nada, o buscar la glotis con un tiro como muchos otros de su estirpe lo hicieron, dejando sus poemas y líneas manchadas de sangre sobre la mesa, acompañados de frustraciones y tristezas.

Hacemos referencia a Belisario Betancur, nació en cuna humilde, lleno de carencias materiales, con unas ganas superiores de ser grande e importante. Es muy probable que su sueño fuera emular y reivindicar a su coterráneo Marco Fidel Suarez, el hijo de la lavandera. Belisario, como se hacía llamar, tenía dos opciones, para escoger en su vida: Ser sacerdote o ser político de balcón ventijuliero azotando algún trapo partidista. Ambas posibilidades las tuvo, abrazó la segunda. La mas deleznable, infame e ingrata, de todas las actividades. Cometió el mismo error de Craso el romano, a este le clavaron la cruz de la muerte, a Belisario la cruz del olvido y del desprecio.

Prefirió el innoble arte de la marrulla: Enredar y hablar paja, ese fue el legado del arriero, del hijo de Amaga: El bohemio, el soñador, el eterno candidato del partido conservador. Cuando no había de donde escoger, o su partido se encontraba en el berenjenal de señalar un candidato, el ya estaba listo y presto en el partidor, empuñando las banderas azules, siempre arrastró el titulo de precandidato. Como sea quería ser presidente de la república, por fortuna que lo fue; sino estuviéramos aún soportando sus peroratas, arrastrando su bastón.

Lo intentó tantas veces, que ya su portafolio de discursos se encontraba agotado; las banderas azules no llenaban las plazas de los pueblos, las rojas de los manzanillos barrían cuando asomaban en las esquinas. Por eso se inventó el "Movimiento Nacional", una simple empresa electoral para llegar al Palacio de la Carrera - presidencia -, no sin antes quitarse la corbata goda que luego escondió en el bolsillo del olvido. La Mitra azul de monseñor Builes, gritando y vociferando desde los altares, le hizo mucho daño, en las primeras de cambio, en su vida política.

Remozado en imagen, aprendió a castigar su cabeza con un gesto de modestia que le daba mayor aire de atracción, y con la experiencia de tantas batallas perdidas, tratando de alcanzar la presidencia, se dispuso a inventarse una fórmula que fuera ganadora.

La verdad, pocas posibilidades tenía, ya todo lo había dicho y hecho, insistir en lo mismo aseguraba una derrota. Colombia no era el azul de metileno que profesaban las sotanas. El objetivo era uno solo ahora: Inventarse un plan de gobierno novedoso, diferente y fresco a los oídos del pueblo. Y si que lo logró, cuando saltó a la arena, hablando de paz. Era el tema perfecto, el momento perfecto y la persona perfecta, todo encajaba sin fisuras.

Nadie lo discute, fue una campaña electoral echa a su medida, enamoró a Colombia entera, a rojos y azules, abrazó a propios y extraños. Con su collar de arepas terciado arrancó a recorrer el país, de extremo a extremo. Sin afán, pero con prontitud, no hubo un espacio del territorio donde no llegara con su monólogo de paz, fueron jornadas extenuantes e intensas. Ningún balcón de pueblo o vereda se salvo de sus banderas blancas y discursos, levitaba en ellos como el Mesías. Su postura escénica era perfecta, su dicción e inflexión de voz, preciosa.

Era una serpiente cobra que hipnotizaba a los presentes. Todas las mujeres terminaron rendidas a sus pies, enamoradas del profeta Belisario. Donde abordaba generaba una histeria colectiva: Gritaban en delirio, corrían, lo abrazaban, lloraban y saltaban extasiadas en felicidad, rayando con lo místico.

En Barranquilla hizo trisas a López, lo sepultó para siempre, en su propio patio. En tarima Betancur era invencible en temas de paz. Con bobadas y pendejadas a todos convenció. El pollo López (Alfonso) se quedó con el trapo rojo entre las patas, esperando los votos de la costa atlántica en llegar, el día de elecciones. Ese triunfo fue: "Patada de gallo Basto", gritaban los costeños. Y como buenos aduladores y sumisos, no hubo paseo, puya y merengue vallenato que no citara a Belisario presidente, en sus versos y coplas.

Después del frenesí, llegó el gobierno, llegó la noche, la oscuridad. Siempre estuvo acosado de tránsitos inhóspitos, una "Emergencia Económica" nunca antes vista. Pero nada fue tan grave y miserable como la toma a metralla del "Palacio de Justicia", el templo de la diosa Temis. Terroristas (M -19) y mafiosos, en contubernio perfecto, se aprovecharon de la mansedumbre del poeta. Le tenían bien medido el pulso, el aceite, sabían de antemano que era opaco, débil e ingenuo.

El asalto y la toma no ocurrió a sus espaldas, el estaba allí, detrás de columnas de su palacio, a 300 mts, presenciando el holocausto. El vio arder en llamas los cuerpos de los magistrados inmolados, sintió el rigor de la batalla y el tronar de la fusilería. Con prontitud se escondió entre mesas y salones para no escuchar los clarines y tambores que llamaban al combate. Abandonó a su tropa, como comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Mereció un tribunal de guerra por traición a la patria. Sin embargo, militares de honor sostuvieron en alto el asta de la bandera, defendiendo la democracia. Gloria y honor al Coronel Plazas vega.

En el - Belisario - no acusó la desidia sino la cobardía en su máxima expresión. En otro contexto histórico hubiera sido dueño de la "capitis deminutio" máxima, o quizás de ir al patíbulo. Pero en pueblos mediocres como el nuestro, de flaco carácter, no se podía esperar mas que el dejar hacer y el dejar pasar. Propio de una nación sin historia, de vitrinas vacías, sin nada que mostrar. Preferimos mancillar la dignidad y el heroísmo de nuestros militares, y salvar a los políticos de esta patria miserable de mala madre.

En las telarañas y en los andamios de los recuerdos siempre estará pendiente un juicio de indignidad a Belisario Betancur Cuartas (1.982 - 1986) , que algún día se tendrá que resolver y conocer la verdad. En su mandato de gobierno sufrimos la peor traición, soportamos un presidente cobarde, temeroso y cagueta.

Lo único que hizo bien, una vez entregada la franja presidencial (1986), fue borrar para siempre la política de su mente y de su léxico. Su vejez ha estado acompañada siempre de fantasmas y de responsabilidades no resueltas. Bajará acompañado de tormentas al sepulcro.

Columna escrita el 29 de septiembre de 2.012